"Si el Carmelo tiene la gloria del Culto Josefino, es por el incremento que le dio Santa Teresa, continuado por sus hijas e hijos, quienes proclaman gozosos con su Sta Madre: " San Jose es mi verdadero padre y señor". Por ello es protector especialisimo del Carmelo Teresiano desde sus origenes"



domingo, 27 de noviembre de 2011


La vida santa de San José, la asistencia de Jesús y de María, todo contribuyó a que su muerte fuese preciosa y ante los ojos del Señor.

La santa muerte de José ha producido preciosos frutos sobre la tierra. Fue como aromatizada del suave perfume que deja tras de sí una santa vida y una santa muerte, y dio a los cristianos un potente protector en el cielo cerca de Dios, especialmente para los agonizantes.

¡Oh muerte feliz! Si no puedo, como José, exhalar mi último suspiro entre Jesús y María, visibles a mi mirada, pueda yo, al menos, sobre mi labios moribundos, unir vuestro nombre, ¡oh José! a los nombres de Jesús y de María.

viernes, 18 de noviembre de 2011

San José alienta a las familias, a los padres y madres cristianos, para que construyan su convivencia cotidiana desde el amor y la fe que se vivían en la Sagrada Familia de Nazaret, a fin de que, poniendo a Cristo, la Eucaristía, en su centro, lleguen a ser semillero de generosas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, tan necesarias para nuestra Iglesia y nuestra sociedad.



viernes, 4 de noviembre de 2011


Sobre todo lo que hace grande a este Santo Varón de Dios al igual que su Bendita Esposa, es su confianza en el Señor, pues supieron escuchar con gran humildad y docilidad la voz de Dios como nos dice la Sagrada Escritura: "Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mat. 1,19-20, 24).