En hebreo el nombre de José significa: Dios añadirá. Le viene muy bien este nombre a San José. Responde realmente a vida. El Señor añadió a su vida la de Jesús y la de María. Con ellos san José vivió con plenitud, siendo a la vez, su vida, muy normal. Su papel en los planes de Dios fue clave. El Señor pudo salvar a los hombres, en parte, por la vida ordinaria del padre de Jesús.
Éste es el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia.
Es difícil de creer, así, a simple vista, que la redención se inició con la vida corriente de una familia, y en un sitio tan poco importante como Nazaret.
San José era el cabeza de esa Familia. Su vida fue como la de tantos millones de hombres. Las mismas costumbres que sus vecinos, comerían lo mismo, hablarían de muchas cosas comunes, etc. Trabajaba, como cualquiera, para sacar adelante a los suyos. Era un padre de familia como tantos otros. No vio los milagros que hizo Jesús. Tampoco supo de las muchedumbres que le seguirían.
Sus evidencias para saber que Dios estaba salvando a la humanidad eran el ruido de un serrucho, el trabajo acabado y bien hecho, el orden en su taller, las preguntas que le hacía Jesús para saber cortar bien una pieza, o la voz de María diciéndoles que fueran a comer...
Del Señor escucharía que se portaba estupendamente, que era piadoso, amigo de sus amigos, servicial con todos, etc. San José estaba orgulloso de Jesús.
No había nada de espectacular o de sobrenatural, en el sentido de que sucediera algo que diera de que hablar más allá del ambiente de Nazaret. Tampoco san José esperaba que ocurriera nada de eso.
Y, sin embargo, nunca dudó de la grandeza de su misión. Hizo lo que Dios le pidió, por eso el Señor añadió tanto.
Éste es el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia.
Es difícil de creer, así, a simple vista, que la redención se inició con la vida corriente de una familia, y en un sitio tan poco importante como Nazaret.
San José era el cabeza de esa Familia. Su vida fue como la de tantos millones de hombres. Las mismas costumbres que sus vecinos, comerían lo mismo, hablarían de muchas cosas comunes, etc. Trabajaba, como cualquiera, para sacar adelante a los suyos. Era un padre de familia como tantos otros. No vio los milagros que hizo Jesús. Tampoco supo de las muchedumbres que le seguirían.
Sus evidencias para saber que Dios estaba salvando a la humanidad eran el ruido de un serrucho, el trabajo acabado y bien hecho, el orden en su taller, las preguntas que le hacía Jesús para saber cortar bien una pieza, o la voz de María diciéndoles que fueran a comer...
Del Señor escucharía que se portaba estupendamente, que era piadoso, amigo de sus amigos, servicial con todos, etc. San José estaba orgulloso de Jesús.
No había nada de espectacular o de sobrenatural, en el sentido de que sucediera algo que diera de que hablar más allá del ambiente de Nazaret. Tampoco san José esperaba que ocurriera nada de eso.
Y, sin embargo, nunca dudó de la grandeza de su misión. Hizo lo que Dios le pidió, por eso el Señor añadió tanto.
Que preciosidad de contenido histórico y espiritual, identificando grandemente a nuestro Padre San José Patriarca. Gracias infinitas a su redactor que nos alimenta con sus palabras edificadoras de crecimiento espiritual. Bendiciones en abundancia de Dios, Jesús y María.
ResponderEliminar